lunes, 13 de agosto de 2007

2- parte

23 de agosto: Ruta y tarde por la Fuente de la Tejadilla

Sinombre, a la sombra de estos pinos, sobre la alfombra de hojas secas y junto a la clara fluente, qué bien se está. Quería que vieras esta fuente porque también esto es nuevo para ti. En estas tierras hay muchas cosas que tú estás viendo por primera vez en tu vida. Fíjate en los dos pilares alargado de la fuente. Por aquí le llaman tornajos y en otros tiempos los hacían de troncos de pinos. Ahora, como en tantos sitios, también han cambiado estas costumbres. Estos pilares son de cemento. Al primero de ellos le cae el chorrillo, grueso como un dedo gordo de la mano, del agua clara. Bebe despacio todo lo que quieras que ahora ya tampoco tenemos prisa. En llegar hemos tardado tres cuatro de hora. En volver que tardemos una hora y son las once de la mañana. Tenemos tiempo de sobra para descansar y disfrutar del rincón. Hoy ya no vamos a ir a ningún otro lugar. ¿Es que no es bonito este sitio? Mires para donde mires solo verás laderas y barrancos cubiertos de pinares densos y altos. Verde puro por todos sitios. En estas sierras el color verde es lo que más abunda. El verde de los bosques y el azul del cielo. ¡Y si todo esto tú lo vieras en primavera! Oye, estoy pensando, los sueños que los niños, todos los del mundo, llevan en sus corazones ¿serán de color verde y azul como los tonos de este rincón? Pero es que, además, por aquí escuches los que escuches, en este rincón y a estas horas del día, solo oirás chirriar de chicharras, el viento rompiéndose entre las acículas de los pinos y el susurro del chorrillo cayendo al pilar de cemento. ¿A que es un mundo especial?

El camino para venir a la Fuente de la Tejadilla sale justo por detrás de los lavaderos, Fuente Góntar. Por donde tú ahora tienes tus praderas. Y desde ahí hemos partido y tranquilamente nos hemos venido carril adelante. ¿Has visto qué pinares más bonitos hemos atravesado? Chorrean majestuosos laderas abajo para el barranco del río Orcera. Quiera Dios que ningún día de estos, ni nunca, haya un incendio por aquí. Y te lo digo porque ya sabes el incendio tan tremendo que en estos días hubo en Huelva y, ahora mismo, por Sierra Morena, cerca de Despeñaperros. En el primer sitio han ardido más de cincuenta mil hectáreas y en el segundo, unas treinta mil. Aunque los de la Administración dicen que es mucho menos pero no me fío nada de ellos porque sé a ciencia cierta que siempre engañan. ¡Qué desastre son los incendios, Sinombre! Los pinares, ya los ves, por aquí, suben desde los valles y barrancos y coronan hasta las mismas cumbres de las montañas. Todo pinares como si se tratara de una ilustración infantil. Un dibujo hecho por niños desde la fantasía y magia de sus corazones. Y he dicho bien porque después de Dios, nadie mejor que los niños, sabría delinear un bosque tan perfecto y bonito como estos que vemos. ¿Y has visto los cerezos? En el barranco del Nacimiento aunque ya no tienen cerezas pero qué grandes y frondosos emergen en lo hondo. El verde de los cerezos es más fuerte y puro que el de los pinos. En el barranco del Nacimiento, algunas personas del pueblo, también tienen huertos. Lo que te decía el otro día: que allí donde existe un trozo de tierra fértil y brota un venero, ellos hacían un huerto. Lo labraban, lo sembraban y lo regaban y siempre sacaban buenas y sanas cosechas. Estos huertos del Nacimiento, además de los cerezos que hemos dicho, tienen nogueras centenarias que son como bosques de grandes. ¿No las has visto? ¿Y te has fijado en las habichuelas morunas, en los pimientos, los pepinos y los tomates? Son buenos los huertos de este barranco del Nacimiento. Pero, como en otros sitios, ya están casi todos abandonados. Lo que te he comentado otras veces. Los huertos serranos, de las sierras de Segura y de Cazorla, también se van perdiendo sin remedio. Según las personas mayores van muriendo, las tierras se quedan abandonadas y nunca más nadie las sembrará. Los pinares, las zarzas, la hierba… todo se llena de vegetación silvestre y los huertos desaparecen. Sinombre, dentro de unos años ya no habrá ni un solo huerto en Segura de la Sierra. Lo mismo que han desaparecido los burros desaparecerán los huertos. También desapareció la artesanía del esparto y la destilación de la esencia del espliego. ¿Qué desaparecerá después? Ahora, lo que por aquí abundan, son los turistas, las casas rurales, los apartamentos para turistas, los restaurantes… Como en tantos sitios, el turismo se come las tradiciones, las costumbres y la forma de ser de los pueblos. Esto no es bueno ni me gusta pero ¿qué podemos hacer nosotros?

En el pilar, serena,
el agua se derrama
fresca,
cielo en la tarde
hecho esencia
y el aire acaricia
y dulce besa.
Esta fuente, Sinombre,
tan chica y bella,
es sorbo de vida
que en la vereda
nos regala el cielo
para darnos fuerzas.
Los pinos, la tarde,
la quietud quieta,
el agua cristalina,
no te la bebas
que es mi sueño blanco
y mi pena.

¿Has notado tú qué agustico venía yo sobre tu lomo? Por estos caminos serranos sí me agrada montarme en ti. Quiero gozar esta experiencia por lo que te dije: a estas sierras les tengo un cariño especial. Las personas nos ven, nos miran extrañados y, no deberías extrañarse porque en estos pueblos siempre hubo burros que surcaban los caminos con hombre o mujeres o niños sobre sus lomos. Pero las personas a veces me preguntan:
- ¿Cuánto cuesta dar un paseo en este burro tuyo?
Porque ellos se creen que tú eres mío y nosotros no somos de ninguno. Somos libres como el viento. Pasamos, nos damos compañía, nos respetamos, compartimos los sueños y los caminos mientras esperamos, y ninguno nos pertenecemos. Nadie ni nada pertenece al otro sin que todo y todos somos libres aunque nos necesitemos. Así es como Dios nos ha hecho y, vivirlo de este modo, es lo correcto. Pero, a lo que ellos me pregunta, yo les digo que nada. Que tú no estás aquí para hacer excursiones con turistas. Que tú solo me paseas a mí y algún niño que encontremos agotados por las veredas de las montañas. A los niños sin energías que necesitan de ti no les cobramos nada. Nos conformamos con que nos den las gracias y un beso. Queremos ser amigo de todos los niños y, ojalá todos ellos, también desearan lo mismo. Y por eso, los amigos entre sí ¿cómo se van a cobrarse los favores? Porque las cosas, los actos de amistad y cariño, sin se pagan con dinero, ya no tienen valor ninguno. Pero los que me preguntan, cuando oyen mi respuesta, exclaman:
- ¡Es una pena porque podrías hacer un buen negocio con este borriquillo tan apañao!
No entienden ellos. Y es que, Sinombre, los turistas y quien yo me sé, lo reducen todo a negocios para ganar dinero. Quieren disfrutar de la belleza de estos paisajes, de sus silencios y de sus sensaciones y ya no saben qué inventarse para conseguir más y más. Y mira qué sencillo es. Tú y yo, una fuente con su agua clara, el hondo silencio de los bosques, la tarde besando muda, el bisbiseo del aire rompiéndose entre los pinos y la soledad. Aquí junto a la fuente nosotros dos, con los latidos de nuestros corazones y la pureza del agua, ya lo tenemos todo. Más de lo que los turistas ansían y parece que no encuentran en ningún lugar. Así que disfruta de la tarde, de la fuente y de la sencilla belleza del rincón. Que también te lo decía: como este lugar no hay otro en el mundo. Vamos a regalárselo también a la Princesa y a decirle que aquí tendría que estar con Bandolero. Que lo único que falta en este bonito rincón son ellos. Y lo decimos sintiéndolo en el corazón. Las damos un gran beso, se lo echamos al aire para que se lo lleve y al rozarlos a ellos, estén donde estén, sientan este beso nuestro y sepan que los recordamos y los queremos.

Las cuadras de Lucera

Hoy tampoco hemos visto a Lucera, Sinombre. ¿Sabes por qué no la saca Luis a las eras del Pozo de la Nieve? Se va tempranito al huerto de la Nogueruela, antes de que amanezca, y si la borriquilla está en la cuadra, es más fácil pergeñarlo todo con rapidez. Es la razón por lo que no la saca por las noches al campo. Yo también hace días que no la veo. Pero Luis me ha dicho que está preparando las cosas. ¿Te acuerdas de las cuadras que vimos el otro día en la calle de los Baños Moros? Al pasar por ahí te las enseñé. Es una de las cuadras que habíamos preparado para ti. Y no te lo he dicho pero te lo digo ahora: esta cuadra es de Lucera. Ella tiene al menos tres cuadras en el pueblo. La de la plaza de toros, la de la calle Caballeros Santiaguistas y otra junto a la Puerta Catena. Al salir por la vieja torre, donde se abre la Puerta Catena, al empezar a bajar, al borde mismo de la senda, tiene Lucera otra cuadra. Es la de primavera aunque la usa en cualquier época del año. ¿Te acuerdas que te la enseñé? Debajo de la higuera se refugia ella y come hierba por todo ese entorno. Ésta hubiera sido otra de las cuadras que tú habrías ocupado. La cuadra de primavera de Lucera. La que usa en invierno, más cerca de donde vive Luis, es más pequeña y tiene más historia. Queda recogida en la estrecha calle y ahí, si nieva, Luis la pueda cuidar sin problemas porque le coge a dos pasos de su casa. Es chica esta cuadra, con un solo pesebre, pero resulta preciosa. Ahora en verano, como Lucera vive en la cuadra de la plaza de toros, por debajo del castillo, la de invierno Luis la tiene llena de patatas, ajos, cebollas, pimientos, maíz… de todos aquellos productos que recoge en el huerto de la Nogueruela. Así que Lucera, fíjate qué atendida está. Un día de estos, antes de irnos, te voy a enseñar todas las cuadras de esta preciosa borriquilla que tanto te ha gustado.

Hablando, el otro día, uno del pueblo decía:
- Yo creo que Luis no debe vender nunca su borriquilla.
Le pregunté:
- ¿Por qué me dices esto?
- Porque ya lleva tiempo pensando en venderla. Y es que Luis, cada vez más, piensa en dejar su huerto. ¿Para qué quiere la burra si se queda sin huerto?
No supe qué responderle pero seguí escuchando. Y la solución que encontraba, para que la última burra de este pueblo siga por unos años más viviendo aquí, es el turismo. Me digo que Luis podría poner su burra al servicio de los turistas. Que se la alquilen para dar paseos por los caminos que rodean al pueblo y así ganaría al menos para la cebada que se come. Me decía:
- Luis no ha pensado en esto pero se lo tengo que proponer a ver qué le parece. Podría ser una solución porque lo que necesita es encontrarle alguna utilidad a Lucera. Y si con lo del turismo gana dinero todo podría quedar solucionado. Pero no es fácil: hace un par de años, del Arroyo del Ojanco, se presentó aquí uno con cuatro burros. Los puso en la plaza de toros y los anunció para que los turistas los alquilaran. Pasaron los meses y el pobre tuvo que irse aburrido porque nadie alquilaba un burro para irse de paseo. Así que no es tan fácil. Lo del turismo siempre es imprevisible. Si tienes suerte te ganas bien la vida pero sino, te arruinas.

Sinombre, yo no quería decirte estas cosas pero es que me da pena. Por un lado me gustaría que Lucera siguiera viviendo más años en este pueblo. Pero por otro lado, esto de los turistas, tampoco me gusta nada. El turismo no es la panacea aunque muchos crean que sí. Ni aquí ni en ninguna parte del mundo. Tú, porque no conoces bien a Lucera pero yo no la quisiera ver paseando a turistas de un lado para otro como medio para sobrevivir. Sin embargo, ¿qué podemos hacer nosotros, Sinombre? Ni siquiera los pocos burros que aun quedan en estas tierras tienen la vida fácil. Tú y Bandolero, con la Princesa, sois otra realidad. Si volvemos el año próximo le vamos a proponer a la Princesa que se venga unos días con Bandolero. A lo mejor se nos ocurre algo original que pudiera salvar la situación de Lucera. Porque estoy pensando que, si se lo decimos a los niños que conocemos, ¿se les ocurriría a ellos algo asombroso? A lo mejor, de una forma mágica, un niño o una niña, saca de su corazón un sueño y ya tenemos la solución. Podría ocurrir ¿verdad?

24 de agosto: Por el rincón de las Acebeas

Te he traído a Las Acebeas ¿ves? Un buen paseo también pero merece la pena. Sinombre, ya está viendo lo que son Las Acebeas: un barranco boscoso al norte del pico Navalperal y, como aquí llueve bastante, hay muchos acebos. Ya lo estás viendo. Un gran bosque y tupido de acebos verdes como las ovas y por eso único en toda Europa. Dicen que en este rincón llueve más que en ninguna otra parte de España. Por eso hay tanta humedad y, además de los acebos, crecen avellanos, hiedras, clemátides, helechos, zarzas, madreselvas, pinos y álamos. Una vegetación más rica que en ninguna otra parte de este Parque Natural.

Ya estás viendo: de la carretera que, desde Segura de la Sierra va a Siles, por la izquierda se aparta el carril de tierra. Está cortado con cadena para que no pasen los coches pero se puede entrar andando. El carril lleva a lo más alto de Navalperal, la segunda montaña en altura por estas sierras, pero muere en la vieja casa forestal de Las Acebeas. Una preciosa construcción y de las pocas que, edificada en la época del Patrimonio Forestal, todavía queda en pie. Hoy vive gente en ella. ¿No oyes los gallos, los niños, los perros? Nosotros no vamos a llegar a esta casa. Aquí, en medio del bosque y donde más espesura hay y el aire es más fresco, nos hemos parado. Mira qué cantidad de alimento, hierba, pasto, juncos, helechos… tienes en el prado. Hasta que caiga la tarde nos vamos a quedar en este paraíso. Para disfrutarlo despacio porque otra vez ¿cuándo vamos a venir nosotros por este rincón?

De la casa forestal de Las Acebeas, solo quería que supieras un par de cosas. Son muchas las que yo sé y, en mi cuaderno de campo, escritas tengo, pero no es ahora ni el momento ni el caso de hablar de esto. Nosotros no estamos por aquí ni haciendo historia ni investigando cosas que ya son historia. Pero dos curiosidades no está mal que las sepas. Esta casa que te digo, ya hace muchos años, era como el palacio de todas las casas forestales de estas sierras. Dentro de ella todavía se conserva una habitación donde, en aquellos tiempos lejanos, pasaba temporadas enteras alguien que tú no conoces. Era un jesuita, fundador también por aquellos tiempos, de un gran colegio que todavía existe hoy. Lo fundó en el pueblo de Úbeda, entre los olivos de la loma. Y hoy se le conoce con el nombre de la Safa. De este colegio fueron saliendo otros y ahora mismo son más de veinte centros repartidos por toda Andalucía. Pues y, también hace años, un día estuve yo por aquí y me enseñaron la habitación que, en esta casa, te vengo diciendo. Y ese mismo día pude ver los cubiertos de planta que aun se guardaban en esta residencia para que con ellos comieran los ingenieros de estos montes. Ya ves, un poco de historia sin quererlo y así por encima pero, como hoy estamos por aquí, me ha parecido contarte esto.

¿Oyes a los niños por ahí abajo? Parece que están perdidos en la vegetación. Se llaman entre sí y también da la sensación como si estuvieran jugando. Vete tú por ese lado y si los ves diles que puedes ayudarles en lo que necesiten. Yo me quedo por aquí para llamarlos por si salen por entre los avellanos. ¿Qué les habrá pasado a estos chiquillos? En otras ocasiones yo he venido muchas veces a este lugar de Las Acebeas pero nunca encontré niños. Por eso estoy tan extrañado pero seguro que son de la familia que hay en la casa forestal. Mira, por aquí los veo allá en lo más hondo del bosque. Dos niños y una niña. Uno de ellos se ha subido en un pino que está tumbado para el arroyo. Llama a los otros y mira como si buscara algo. Vamos a esperar un poco y si vemos que necesitan ayuda se la prestamos pero parece que juegan a cosas de bosques y fieras. No metas ruido y escúchalos porque tiene su encanto este juego en un bosque de acebos tan grande. Por ahí ladra un perro y ellos lo llaman.

Sinombre, hoy hace calor. Tanto o más que ayer y hay mucha calima. Ha vuelto otra vez el bochorno del aire caliente de África. Pero en este bosque de los acebos comprueba qué fresquito se vive. Como si no fuera verano. Mientras lo niños aclaran su situación vamos a buscar a ver si encontramos avellanas o fresas. Quizá no pero como las dos cosas se crían por aquí a lo mejor tenemos suerte. Ardillas sí hay muchas por estos lugares y por eso será difícil que encontremos avellanas. También son abundantes los jabalíes. ¿No has visto el que se ha levantado un poco más abajo? Al verte ha salido bufando por entre el bosque y qué tropel ha liado. Se ha llevado por delante las zarzas, los helechos y los acebos y por eso parecía que iba por ahí una manada de elefantes. Si no fuera porque conozco bien el lugar, lo mismo que tú te has asustado, me habría estremecido yo. Impresiona mucho una vegetación tan alta y densa. Ya compruebas que solo se ven algunos trozos de cielo por entre las altas copas de los pinos.

Mira, por ahí salen los niños, Sinombre. Te han visto y se vienen para ti. Creo que se han creído que formas parte de las aventuras de este bosque. A lo mejor piensan ellos que todavía existen los burros salvajes. Como en aquellos primeros tiempos de la humanidad en los grandes bosques que cubrían la tierra. Y si lo han soñado, ellos creen, a pie juntilla, que tú eres un borriquillo salvaje viviendo en estos montes. No les rompas su fantasía ni los asustes y, si quieren jugar contigo, déjalos. Así tendremos cosas interesantes para contar y recordar. Si yo fuera un niño de estos seguro que estaría encantado de encontrarme contigo por aquí. ¿Ves? Son tres como dijimos y la más pequeña es la niña. A lo mejor quieren llevarte por entre estos pinares y acebos para que les sirvas de protector. Déjalos que se hagan amigos tuyo. Mira uno de los niños viene con la cabeza cubierta de ramas verdes. Ya se ve claro que están jugando. Se pensarán ellos que son exploradores de nuevos mundos y, como por aquí tienen tanta vegetación, se sienten importantes. La niña, preciosa ella, es la primera en acercarse a ti. No la asuste, Sinombre, que sus dos pequeñas trenzas rubias son los columpios de su alma. Trae el cielo enredado en su cara. ¡Qué suerte hemos tenido encontrarla, por aquí esta tarde, sin buscarla! ¿Quién será? ¿Cómo se llamará? Voy a sacar mi máquina de fotos y mi cuaderno para escribirlo y recogerlo todo. Esto se puede convertir en una aventura muy interesante.

Si en esto momento apareciera por ahí la Princesa y Bandolero sería estupendo. Los invitaríamos a jugar y, con estos niños, la tarde y el bosque de las Acebeas, qué diversión más completa íbamos a montar por aquí. Vamos a cerrar los ojos y deseamos con fuerza que se presente a ver si ocurre el milagro. Porque dicen que cuando una cosa se desea con toda la fuerza desde el corazón casi siempre se hace realidad. Que esta tarde ocurra este milagro por aquí porque sería precioso.


25 de agosto: Amanecer por donde la Fuente Góntar

Esta noche, Sinombre, me he vuelto a quedar a dormir cerca de ti. En medio del campo y en mi tienda de campaña. Todo el día de ayer estuvo con el cielo blanquecino, hizo calor y el bochorno llegó a ser agobiante. En la casa donde ahora vivo ni se podía dormir. Por eso, al caer la tarde, cogí mi tienda de campaña y me vine al rincón donde vives ahora. Bajo los pinos, sobre el puntal y frente a los pueblos del valle, puse mi tienda y aquí me instalé. ¡Qué noche más agradable ha sido ésta para mí! He dormido casi de un solo tirón toda la noche y he soñado contigo. Te he visto, sin verte, sin forma ni lugar concreto y en todo momento me has estado regalando sensaciones apacibles. Por eso he sentido mucha paz en el alma y una gran tranquilidad en mi vida. Es como si tú ahora te hubieras convertido en el bálsamo de mi espíritu. Como no me das disgustos, sino muchas satisfacciones, siempre que sueño contigo vivo experiencias gratísimas. Me dejas el alma llena de complacencia y todo el cuerpo relajado e inundando de hondo bienestar. Y esta noche pasada ha sido una de estas deliciosas noches con más realidad de cielo que de otra cosa.

Sinombre ¿viste como lo que te había prometido lo cumplí? Me prestaron una carretilla y te la traje llena de paja, cebada y habas secas. Sobre todo mucha cebada para que te alimentes bien. Ya se nos van acabando los días en este pueblo y Luis me ha dicho que te va a traer a Lucera. Para que la conozcas de cerca y para que compartas con ella los pastos, este rincón, tu tiempo y los sueños de tu corazón. ¿Qué le vas a decir cuando la tengas a tu lado? Las dos últimas noches que duermas por aquí Lucera va a estar contigo. Por eso te he traído esta carretilla llena de paja y cebada. Tienes que nutrirte para ponerte fuerte antes de que venga tu sueño. Que ella te vea gordito para que le gustes. A partir de hoy no te va a faltar a ti, en este Prado de Góntar, una carretilla repleta de paja y cebada. Y también maíz verde que me lo regala Luis. Es una de las cosas que más come y le gusta a Lucera. Su pesebre siempre está lleno de maíz verde. Tú ya lo tienes por aquí, tu paja, tu cebada, tu pasto en abundancia, tu hierba junto a los huertos de la Fuente Góntar y agua fresca y clara. ¿Qué cosas guardas en tu corazón para compartirlas con ella?

¿Que a dónde te llevaré hoy? ¡Quiero llevarte a tantos sitios por estas sierras! No hemos parado desde que llegamos y por eso tengo miedo que un día de estos te agotes. Yo tengo agujetas y eso que casi siempre recorro los caminos subido en tu lomo. Pero sé que tú estás fuerte como un roble. Hoy quisiera llevarte al Yelmo. A esa gran montaña que vemos desde este prado y que se alza al otro lado del Pueblo de la Cumbre. Es la montaña más alta por estas zonas de la sierra en general y la más emblemática de la Sierra de Segura. Obsérvala ¿las ves? Las personas que viven en esta población se sienten orgullosas de la belleza del monte Yelmo. Los más ancianos, cuenta y no paran, historias, leyendas y hazañas misteriosas ocurridas entre los bosques y barrancos de esa impresionante mole rocosa. Surcándola, van por ahí muchas veredas y, en las cuevas profundas, dicen que hay tesoros. Yo nunca me encontré ninguno pero sí te puedo decir que manantiales de aguas purísimas brotan muchos. Caudalosos y frescos, bajo las rocas y los troncos de los árboles, y en las llanuras para regar las huertas.

El monte Yelmo siempre está frente a Segura de la Sierra, el pueblo, y siempre parece que lo vigila y lo protege. Me gustaría que la vieras y que recorrieras los caminos que la surcan pero el Yelmo es un monte respetuoso. Quizá lo dejemos para otro día y hoy recorramos el carril de tierra que surca su ladera norte. El que pasa por el arroyo de Monegrí, la Fuente Zamarrilla y la aldea del Robledo. Esta pista forestal es un paseo precioso por donde hay muchas fuentes, grandes panorámicas, cuevas, impresionantes barrancos, densos bosques de olivos y pinos y hondos silencios. Atravesaremos prados buenos y al final nos encontraremos con las aldeas del Robledo y el Ojuelo. Dos recogidas aldeas que pertenecen a este pueblo de Segura de la Sierra y que se asientan entre olivares y copiosos manantiales de aguas claras. Y el día de hoy ya ves como se presenta: también con el cielo blanquecino. Bochornoso, sin ninguna nube ni viento y por eso será caluroso. Si nos vamos por donde te decía quizá se nos haga más llevadero este caluroso día de hoy. Yo ahora mismo voy a lavarme en los lavaderos de la Fuente Góntar y te llevo conmigo para que bebas. En seguida nos ponemos en marcha. Ya hace rato que Lucera anda trotando por las veredas del barranco de la Nogueruela.

Ruta por la ladera sur del Yelmo, camping del Robledo

Este es el lugar que te decía, Sinombre. Se le conoce con el nombre de El Robledo, seguro que en otros tiempos, habría por aquí un buen bosque de robles. Mira qué camping más tranquilo: entre los pinos, sobre la loma, a los pies del monte Yelmo y a dos pasos de la aldea. Tiene piscina natural, acequias con agua, mucha sombra, tranquilidad y belleza. La aldea, mira qué chiquita ella pero bonita, entre olivos, nogueras, pinos y mucha agua. Todo este rincón tiene mucha agua porque el monte Yelmo es un gran depósito. Y en el camping, ya lo ves, solo una tienda y la mía cuando la monte dentro de un rato. Aquí nos vamos a quedar esta noche. Al fresco de los pinares, al rumor del agua que baja del Yelmo y en la tranquilidad del rincón. ¿A que vienes hecho polvo?

El carril de tierra que surca toda la ladera norte del Yelmo es largo. Veinte kilómetros tiene de un extremo a otro. Salimos de Segura a media mañana, fuimos hasta la aldea de Moralejos, remontamos la ladera de las encinas y por ahí cogimos el carril. Bajando un poco al comienzo y luego, todo el recorrido, casi por el mismo nivel. ¿Viste que tremendo barranco el del arroyo de Monegrí? ¿Viste la Fuente de Zamarrilla? ¿Y la enorme cueva donde encierran las ovejas? ¿Y la preciosa Fuente del Tejo? ¿Y el mirador de El Robledo? Lo levantaron sobre un cerrillo que da vista al pueblo de Hornos y a Cortijos Nuevos. Casi de un extremo a otro esta ruta va por la curva de nivel que discurre entre los mil cien metros y los mil doscientos. Solo cuando va llegando a El Robledo baja porque esta población se encuentra ya sobre los novecientos metros. En realidad todo el recorrido que hemos hecho hoy ha sido de lujo. Siempre caminando con la figura de Segura de la Sierra recortada en el horizonte. ¿A que Segura y el castillo es otra cosa desde las laderas del Yelmo? Ya te dije que esta ruta es larga pero mágica. Creo yo que hoy habremos hecho más de veinticinco kilómetros pero merece la pena. Qué soledad, qué pinares, qué panorámicas sobre el valle de los olivos, qué viento más fresco, cuánta agua, qué asombroso rincón… Sinombre ¿vienes cansado? Como te había dicho, en este lugar del El Robledo paramos y hacemos noche. Mañana madrugamos y, antes de que salga el sol, regresamos a Segura. Aun nos queda camino.

¿Viste, por el valle de los olivos, las avionetas fumigando? Dicen que es para matar la mosca del olivo pero es una barbaridad, en los tiempos que vivimos, fumigar los campos con avionetas. Se cargarán no solo la mosca del olivo sino las abejas que hacen miel de romero, las mariposas que polinizan las plantas, los pajarillos que se comen a los insectos y a la mosca del olivo… Matarán, Sinombre, a los conejos, los zorros, los jabalíes, las águilas… Acabarán con toda forma de vida por estos parajes y esto es un Parque Natural. Contaminarán todas las fuentes, todos los huertos, todas las higueras, las moras de las zarzas… ¿Sabes que te digo? Que le vamos a decir a muchas personas que nunca más compren aceite de la Sierra de Segura porque no da la vida sino que la quita. Porque si para sacar una buena cosecha de aceite tienen que acabar con toda la flora y fauna de estos lugares, que nadie compre más aceite de estos términos, Sinombre. ¿Tú lo entiendes? Pero en fin, es un desahogo mío porque ahora mismo estoy irritado. ¿A quién le digo yo que dejen de echar veneno sobre los campos, aunque sean olivares? Y, aunque pudiera decírselo a alguien ¿me harían caso? Pero por este sitio donde estamos ahora mismo todavía no hay nada contaminado, aunque

Sencilla tarde blanca
llena de sombra de pinos,
de rumor de agua,
de cielos transparentes
y de montañas.

Sencillo rincón azul
con silencios que achicharran,
cinco besos regalamos
y el corazón y el alma
y un ramo de sueños blancos,
de nuestro huerto, en el alba.

es un decir. En este camping nos vamos a quedar esta noche. Tú, por el lado de arriba del camping, junto a la acequia que corre por entre los pinos porque tienes hierba y agua. Yo, en mi pequeña tienda aquí entre los pinos. Y aunque, por una noche, eches de menos a Lucera, no te preocupes. Nos queda nada y menos por estos rincones y Luis me ha dicho que Lucera se va a venir a vivir contigo los últimos días. Que ya está ella preparada y que te quiere conocer todo lo que sea posible. A ver si esta noche sueñas con ella y ella contigo.

Y mientras termina de caer la tarde, como ya tienes aquí tu acequia con abundante agua y terreno con hierba y pasto, me acomodo yo en una de estas mesas y asientos de piedra y te miro. Voy a coger papel y bolígrafo y, contigo aquí cerca y la sombra de los pinares, le voy a escribir una carta a la Princesa. Para decirle que nos lo estamos pasado bien y que los echamos de menos y que los recordamos. Voy a empezar la carta diciendo que: “Cuando llegamos al camping de El Robledo, recorriendo los caminos que surcan estas montañas, lo primero que sentimos fue la necesidad de que estuvierais. El denso bosque de pinos, la sombra besando, el aire perfumado a sierra, la quietud del rincón, el sonido del agua de la acequia y el silencio, por este lugar es fabuloso. Si estuvierais ahora mismo jugaríamos con vosotros por todos estos senderos, cogeríamos uvas y moras de las zarzas y nos daríamos un buen baño en el agua azul de la piscina entre los pinos. Son fabulosas todas las veredas que surcan estas sierras y la serenidad de los bosques chorreando por las laderas. Os echamos mucho de menos y, al llegar esta tarde aquí, con más fuerza que en ningún otro momento. Os escribimos esta carta y una sencilla poesía para que tengáis un recuerdo.”


26 de agosto: Noche en el camping del Robledo y regreso a Segura

El día de hoy, Sinombre, otra vez se presenta caluroso. Todo el cielo blanquecino, sin una chispa de viento y con bochorno, antes de amanecer. Venía yo, este año, con la esperanza de encontrar por aquí un verano más fresquito y mira por donde el calor es más tupido. No estoy contento pero ¿qué podemos hacer?

Ya estamos otra vez en la misma fuente Imperial de Carlos V. Es mediodía y acabamos de llegar. Jadeantes y sudando. Bebe en el pilar de la vieja fuente y deja que revolotee la lavandera común que vive por aquí y las palomas. Los niños, en estos momentos duermen. Por las noches corretean hasta las tantas por todas las calles del pueblo y por eso se levantan tarde. También los niños, como nosotros, en estos días están de vacaciones. Creo que tú y yo hoy hemos madrugado más que nadie. Aunque yo no he dormido mucho esta noche. Te dejé a ti junto a la acequia que salta por entre los pinos. Para que tuvieras agua pura, hierba y tranquilidad. Al otro lado del arroyo y, dentro del camping, puse yo mi pequeña tienda. Sobre el cerrillo y con la puerta abierta frente a ti. Para verte desde mi tienda y estar pendiente de las cosas. Y como esta noche la luna ha brillado hermosa te he visto con toda claridad en todo momento. Junto a la clara acequia, bajo los pinos y pegado a las zarzas, has estado toda la noche comiendo hierba. Ha sido una buena suerte encontrar por aquí este sitio tan especial para nosotros. Tranquilidad, hierba, agua, bosques… Yo me he sentido bien notando lo recreado que has estado tú. Pero no he dormido demasiado por estar pendiente de ti. Noche tranquila como pocas, Sinombre, porque entre los pinos de este camping no ha hecho calor sino fresquito. Nadie nos ha molestado ni hemos estorbado a nadie. ¿Por qué será que hay tan pocas personas en este camping? Quizá alguien, no ha hecho ni hace bien algo pero nosotros hemos gozado de viento y tranquilidad.

¿Sabes una cosa? cada día que pasa me alegro más de haberte traído conmigo de vacaciones. Estoy comprobando que contigo por estas sierras me lo paso mejor que con nada ni nadie. No tienes gastos ninguno porque comes y bebes en cualquier fuente y prado, das mucha compañía, me paseo sobre tu lomo mientras vamos por los caminos y no metes ruido ni contaminas. ¿Qué más se puede pedir para gozar, sencilla y hondamente, de la belleza de estas sierras? ¿Para qué quiero yo ni coche ni moto ni bicicleta? Mejor que tú no hay nada para disfrutar de un verano precioso por estas grandiosas montañas. Y hasta eres desinteresado y tienes un corazón tan grande o más que cualquier ser humano. Traerte conmigo por aquí creo que ha sido una idea acertadísima. Por eso esta mañana, en cuanto amaneció, me levanté, me fui a la piscina del camping y me di un largo y relajante baño. Con el fresquito del amanecer y en la soledad más honda. Nadie había en la piscina. Tampoco había nadie ayer cuando llegamos. Ahí mismo, en la piscina, me he comido un racimo de uva, me la regalaron ayer y creo que son de las parras de la Nogueruela, y luego me he puesto a recoger la tienda. En tres minutos ya he terminado y te he buscado. Y como tú estás siempre listo te he lavado un poco la cara para quitarte las lagañas y el polvo del camino de ayer y nos hemos puesto en marcha. Nada más bajar unos metros nos hemos encontrado con la aldea del El Robledo. Todo en silencio porque a estas horas todo el mundo duerme aunque las personas mayores siempre madrugan mucho en estos pueblos. Solo el sonido del agua de la acequia y algún coche. Hemos seguido bajando y unos metros más adelante, la aldea del Ojuelo. ¿Has visto que fuente más sorprendente hay en esta población? Los viejos lavaderos en el mismo centro de las casas, junto a la carretera y con cuatro o cinco caños de agua. ¡Qué gloria de agua y por la mañana temprano! Ahí hemos bebido sin tener sed y hemos seguido nuestra ruta rumbo a este pueblo de la cumbre.

¿Has visto cuánto olivos por estas llanuras y cerro? Olivos preciosos, llenos de soledad y solemnidad aunque este año con pocas aceitunas. El año pasado y al anterior hubo una buena cosecha y este año es escasa. Lo dice todo el mundo. Y es una pena que otra vez vuelvan las avionetas. Hace unos minutos casi nos bañan en veneno. Estos olivareros de Segura se han vuelto locos. Los paisajes del olivar serán bonitos, según algunos, pero son los menos ecológicos del mundo. Por entre los olivos de estos rincones no hay ni una sola mata de hierba, no se encuentra un manantial limpio, no se ve un pájaro, lo han llenado todo de piscinas descomunales para regar y también de tubos y ahora lo riegan con venenos. Para acabar con la poca fauna y flora que aun existe por aquí. Estos olivareros de Segura se han vuelto locos y no ven nada más que sus olivos, su aceituna y su aceite. Como si en estos grandiosos campos no hubiera más tesoros. Habría que decirles, a estos olivareros, que el dinero no lo es todo.

Hemos aligerado el paso para dejar atrás los olivos envenenados y al llegar al río Trujala, ¿has comprobado como olía a jámila? ¿Que no sabes lo que es esto? Es el alpechín que sale de la molienda de la aceituna. En este lugar, junto al río Trujala y la aldea del Porche, hay una fábrica de aceite. Un poco más adelante hemos buscando la senda que subía de Trujala a Segura de la Sierra y, por la ladera del Burrueco, hemos ascendido. Es la tercera vez que en estos días recorremos la senda que entra y sale por la Puerta de Catena. Y es que, en otros tiempos, por aquí iban varios caminos. El que llevaba y lleva a Romillán y a Río Madera, el que llevaba y lleva al Puente Moro y el que llevaba y lleva a la aldea de Trujala. Tres caminos que salían y salen por la Puerta de Catena y que se van dividiendo para irse cada uno a los sitios concretos.

Y ya, al mediodía casi, estamos en la Fuente Imperial. Seguimos en dos minutos y te llevo a tu Prado Góntar. ¿Tienes ganas de saber qué hace y por dónde anda Lucera? Te voy a llevar cebada y paja para que te alimentes bien y recuperes fuerzas de estos días de rutas. ¿Te habrá echado de menos Lucera? Le tengo que decir que eres el mejor, cosa que ya sabía yo, pero estos días me lo estás demostrando a todas horas. Le tengo que decir a Lucera y a muchas personas que para recorrer los caminos de estas sierras no hay nada más útil y satisfactorio que un burro como tú. La gente nos mira al pasar. Los niños con cariño y algunos mayores con cierto desprecio. Pero nos da igual. Nosotros sabemos lo que nos hacemos. Estamos gozando de las sencillas cosas lo más sencillamente posible y sin contaminar ni hacer daño a nadie ni a nada. Que ellos se rían de nosotros pero sabemos que somos superiores en muchas cosas porque ni tenemos prisa ni necesitamos nada más que el aire de la tarde y de la corriente clara de los arroyos. Tenemos el cielo en nuestras manos y disfrutamos de lo mejor de este cielo. Condenamos sus venenos sobre los olivares de estas sierras y otras cosas que no son buenas y por eso no nos gustan. Sinombre, luego te voy a contar el sueño que he tenido esta noche. He soñado con un lugar donde había muchas pepitas de oro y tú me ayudabas a cogerlas. Se las hemos arrancado a las rocas de estas sierras y eran preciosas. Luego te contaré este sueño mío.


Por donde el Pozo de la Nieve y los sueños de Lucera

A la sombra de los pinos, por donde Luis trae a Lucera, me he venido esta tarde. Contigo, Sinombre, al pasto que hay por aquí y al canto de las chicharras. A todo esto se le conoce con el nombre del Pozo de la Nieve. Un trozo de la muralla que rodeaba al castillo y al pueblo, una torre rota, el propio Pozo de la Nieve con su mata de cornicabra y las eras. Donde Luis trae a su Lucera. Por eso todo este rincón son sus tierras, sus rincones, sus silencios y sus soledades… ¿No ves cómo está el terreno de pisar ella por aquí? Y este rincón, ya lo estás viendo, queda enfrente a los lavaderos, las tierras buenas que hay por detrás, los álamos y los pinos. Esta tarde te he mudado de sitio. Este lado es más bonito que aquel tuyo. Parece más bonito porque está más alto, tiene mucha tierra con un buen pasto, hay buena sombra de pinos y las eras, donde trillaban en otros tiempos, son originales. Con razón a Luis le gusta tanto este rincón para su Lucera. Pero donde vives tú hay agua y en este lado no. Por allí no van los turistas y por aquí sí. Todos los que suben al castillo tienen que pasar cerca del Pozo de la Nieve y las eras. Aunque no se puede establecer comparación entre aquél rincón y éste. Tu retiro es bonito y, al vivir ahora tú en él, se ha llenado de mucha dignidad. El espacio de Lucera es igual de bonito pero distinto. Y de todos modos, ni este lugar es de ella ni aquel es tuyo. O digo mejor: aquél y éste son tuyo y de ella.

¿Dónde estará hoy Lucera, Sinombre? Al pasar por su cuadra de la plaza de toros, la de verano, he mirado por la ventana y no la he visto. Pensé que estaría en estas eras pero tampoco. ¿A dónde se la habrá llevado Luis? ¡Mira que si nos quedamos sin ella! Y a nosotros solo nos quedan unos días por aquí. Por eso te he traído a las tierras de la musa de tus sueños. Quería que vieras más cosas del mundo del Lucera porque se nos acaba el tiempo. Y ahora resulta que ni está en su cuadra ni en las tierras del Pozo de la Nieve. ¿Le habrá pasado algo por el barranco de la Nogueruela? Dios quiera que no ni a Luis tampoco. Pero te digo la verdad: al no verla en ningún sitio me ha entrado una cosilla así… Hace ya días que Luis no la trae a estos pinos de las eras. Y tú, un día tras otro trotando por los caminos de las montañas, la echas de menos cada vez más. ¿A que sería bonito que nos hiciera compañía? ¡Tan solos siempre nosotros y ella siempre tan ausente! Sé que tienes falta de ella. No estaba esperándote cuando subimos de El Robledo y tú venías ilusionado.

Sinombre, fíjate qué calor hace hoy también. En cada pino hay diez chicharras cantando y eso que, los serranos dicen, que ni chicharras han dejado los venenos por aquí. Pero en estos momentos cantan como si estuvieran contentas de que haga tanto calor. Tú no le hagas caso a las chicharras ni te preocupes por la ausencia de Lucera. Luego le preguntaré a Luis. Lo que importa, en estos momentos, es que estoy por aquí contigo y este sitio es confortable y tiene su encanto. Anda, come que mira cuánto pasto bueno hay. No tienes ni que irte al sol. Dan mucha sombra estos pinos y como, en estos momentos corre un buen airecillo, se está aquí que ni en la gloria. Por debajo de las eras, pegado a la vieja torre y al barranco de los Pinos Buenos, es el mejor sitio. ¿Has visto los excrementos de Lucera? Las cagoneras, que es como le llaman en muchos sitios. En el lenguaje culto le llaman freces o heces, pero son palabras que no pegan por estas sierras. En el pino grande que hay al borde del camino que sube al castillo Luis le ha dejado un buen montón de matas de maíz verdes. Para que se las coma ella por las noches. Ahora, cuando pase un rato, voy a coger algunas matas de este maíz y te lo voy a dar a ti. Para que luego le puedas decir a Lucera que has probado su comida. Para que ella vea que es importante para ti. Que sepa que te interesas por ella. Se lo diré yo también y así, su confianza hacia ti, será más grande.

Porque ¿sabes qué pienso? Que puede que incluso hasta haya sido bueno que Lucera no estuviera hoy por aquí. Así la añoras un poco más y te llenas de ternura hacia ella. Que el día del encuentro sea poético y dulce. Que a ella, aunque sea una burra, seguro que también le gusta la sensibilidad. Y el que esta tarde estemos por este rincón suyo, por la tierra que pisa, por el pasto donde come, por las sombras donde duerme y por los pinos que les pertenecen, es de un encanto especial. Lucera es romántica, no creas. Huele, verás como todo huele a ella y sabe un poco a los sueños que lleva en su corazón. Sinombre, cuando nos vayamos echaremos de menos a Lucera. Me estoy dando cuenta que la estás metiendo hondo en tu corazón. También yo. Y me tengo miedo a mí mismo porque luego sufro y sé que hay quien se ríe de esto. ¡Qué le vamos a hacer!

Se lo tenemos que contar todo a la Princesa y a Bandolero. Todo y con pelos y señales para que se enteren bien de lo que hemos hecho estos días de vacaciones por las sierras de Segura. Se lo contaremos todo pero será con cuidado para que no crean que lo hacemos para darles envidia. Eso si que no. ¿Cómo les vamos a dar envidia nosotros a unos amigos tan buenos como ellos?


27 de agosto: Ruta por Navalasno, Lucera y el perro Llaky

Ya tengo yo las claves, Sinombre. Mientras vamos llegando a Navalasno te voy a explicar la ausencia de Lucera ayer en su cuadra y en el Pozo de la Nieve. Tampoco esta mañana la hemos visto porque hemos madrugado más que ella para venir a este bonito rincón del nacimiento del río Tus. El Tus es un afluente del río Segura que también nace en estas sierra y donde tengo pensado llevarte antes de irnos. Fuente Segura es bonito pero ya te dije que por allí me hicieron daño y yo solo hice lo que he hecho siempre: repartir dulzura y amor. Como tú y Lucera y todos los de vuestra especie a lo largo de los siglos. Por eso ahora, ni siquiera tengo ganas de ir por Fuente Segura y, sin embargo, quiero que conozcas ese rincón. Desde Nava del Espino vamos bajando por entre este denso bosque hacia las tierras llanas del río. ¿Ves la nava de Navalasno allá en lo hondo? Luego te explico lo que significa y el origen de este nombre y la belleza del rincón. Quería que lo conocieras para que se lo digas a Lucera. Que compruebe ella que conoces bien las sierras y caminos que le pertenecen.

Ayer por la tarde, ya al final, hubo una puesta de sol preciosa. Grandes nubes negras se colocaron en ese lado del cielo, sobre la loma de los olivos, y el sol jugaba con ellas. Desde la Fuente Imperial me fui para el lado de la Puerta de Orcera buscando un buen rincón para sacar las fotos más bonitas ¿y sabes lo que vi? En mitad de la calle del Horno, donde cuecen el pan que comemos en este pueblo, dos niños jugaban con Llaky. ¿Que no sabes quién es Llaky? El perro amigo de Luis. El que siempre va con él acompañando a Lucera. Y a Llaky, estos niños, se lo querían llevar a su piso de Madrid. Les dije:
- ¡Pero si este perro tiene dueño!
Me dijeron, él y ella:
- ¡Tan bonito como es!
Llaky se dejaba acariciar sentado en la calle y me miraba. Le pregunté por Lucera y en estos momentos sucedió algo bonito. El perro amigo de Luis se escapó de las manos de los niños que lo acariciaban y empezó a bajar por la calle, volviendo su cabeza cada diez metros, para decirme: “Vente conmigo que te voy a enseñar dónde está Lucera.” Lo seguí confiando plenamente en él. Los animales nunca engañáis ni tenéis maldad en el corazón.

En la calle del arco, donde la vieja casa de piedra, me volvió a esperar y luego seguimos bajando para los Baños Moros. Torcimos para la izquierda y entramos por el torreón de la Puerta Catena. Tú ya conoces este rincón porque al menos cinco veces hemos entrado y salido por esa puerta en los días que llevamos por aquí. Llaky tomó por la senda que baja y en la higuerilla de la izquierda se paró. Se sentó ahí mismo y mientras me acercaba me miraba diciendo: “Aquí tienes a Lucera, mi compañera y amiga en el camino que lleva a la Nogueruela.” Por entre las ramas de la higuerilla y, antes de llegar, ya veía yo las patas de Lucera. Estaba refugiada a la sombra junto a su espuerta de paja y al llegar le dije:
- ¡Pero Lucera, estamos preocupados por ti! Debes saber que ahora eres importante para nosotros. ¡Si supieras cuánto piensa, Sinombre, en ti!
Me miró y creo que me entendió. La acaricié y luego le hablé de ti. Intenté, a mi modo, explicarle lo que sientes por ella. Le dije que la echabas de menos, que sueñas por las noches con ella y que estabas un poco triste. Que te gustaría recorrer todos los caminos de estas sierras en su compañía y compartir con ella el tiempo, el pasto, el agua de las fuentes, el fresco del aire, el canto de las chicharras, el verde de los bosques y la quietud de las praderas.
- Tú no sabes, Lucera, lo hermoso que es compartir la vida con aquellos que se lleva en el corazón como Sinombre te lleva a ti. Y no sabes tú lo triste que es recorrer los caminos, las tardes, las mañanas y los prados sin poder compartir las cosas con aquellos que se lleva en el corazón. Y te digo esto no para que te sientas culpable sino para que sepas que Sinombre te necesita. Él se lo está pasando bien por estas montañas y tierras tuyas porque siempre me tiene a su lado pero necesita del cariño de los de su especie. Necesita de tu cariño, de tu amistad, de tu compañía, de tu presencia, tu olor y tus miradas. Sinombre se ha enamorado y cuando se está enamorado, Lucera, se necesita de la presencia de lo amado para ser feliz.
Creo que la borriquilla me entendió.

Le hice algunas fotos, porque estaba guapa, y luego me vine con Llaky. A la Plaza de los Jesuitas que es donde vive Luis y al caer las tarde se sienta a tomar el fresco con su mujer y su hija. Lo saludé y cuando le pregunté me dijo que ayer trajo a Lucera cargada con sacos de patatas desde el huerto de la Nogueruela. Por eso tuvo que venir con ella hasta su casa en la Plaza de los Jesuitas. Y una vez aquí dejó a Lucera en su cuadra de la Puerta Catena que es la cuadra de primavera.
- Porque me viene mejor para salir tempranito mañana otra vez al huerto.
Lo entendí. Y a ti ya te digo: a Lucera no le ha pasado nada. Solo que como ella trabaja mucho la pobre tiene que ir cambiando de cuadra según le venga mejor para comenzar la faena al día siguiente. Y Luis me dijo que te cuide y que te dé cebada, habas, maíz y todo lo que sea. Porque quiere él que te pongas fuerte. Ya lo sabes, Sinombre.

Esta mañana hemos madrugado más que Lucera porque este rincón de Navalasno queda lejos del Pueblo. A estas horas, ya casi las once del día, Lucera y Luis estarán en la Nogueruela y nosotros por estas riveras del río Tus. Esas llanuras que ves ahí, pobladas de grandes nogueras y repletas de prados verdes, propiamente es Navalasno. La Fuente del Tejo, donde nace el río Tus, queda allá arriba: en las laderas del Pico Espino. Las sierras de agua, artilugios mecánicos para serrar madera y movidas por la fuerza del agua en otros tiempos, quedan río abajo. Sinombre, hay personas que este nombre de “Sierras de Agua” se lo aplican a las montañas de por aquí y no es correcto. Pero en esto no nos vamos a meter. ¡Si tú supieras la cantidad de errores que, unos y otros, manejan por estos paraísos! Te decía que algo más abajo de donde estuvieron montadas las sierras de agua se encuentra la cascada del Saltador. En un estrecho, pero no en el río, sino en el arroyo de San Andrés que se junta con el río por ahí. Lo veremos todo y despacio. Pero antes de llegar a la Nava del Asno, también le llaman Navalasna, vamos a descansar un rato en la sombra de estas primeras nogueras. Para respirar a fondo el aire fino que por aquí corre y para ir asimilando la belleza del rincón.

Y mientras disfrutamos de este bosque de sombras y hojas frescas de nogueras vamos a dejar volar nuestra imaginación y pensamos que la Princesa y Bandolero andan hoy por estas praderas. Jugando con el aire y los vaivenes de los álamos que llenan todo el barranco. No los vamos a llamar y tú, no rebuznes, a ver si no se enteran de que estamos por aquí y lo cogemos de sorpresa. Para darles un susto y una alegría y para que se nos llene el corazón de dicha. Mientras descansamos a la sombra de estas centenarias nogueras de Navalasno cierra los ojos y sueña que la Princesa y Bandolero andan por aquí.


28 de agosto: Las mariposas blancas y otros misterios

De las mariposas blancas, quería yo hablarte, Sinombre. A mí me dieron noticias de ellas hace tiempo y nunca he querido decir nada a nadie porque titubeaba un poco. Pero ahora ya no dudo. El otro día las vi y era más de lo que me habían dicho. Así que te voy a contar verás qué cosa más curiosa. Y te voy a contar lo de las brujas que, viajando en escobas hechizadas, volvían cargadas de naranjas de Valencia. También quiero contarte lo de la casa grande de la calle del arco y lo de las aguas misteriosas que corren bajo tierra atravesando el pueblo. Y, además, tengo otras historias de duendes, tesoros y misterios que cuentan en este pueblo. Ya te dije que es antiguo este pueblo y por eso hay leyendas por todas partes y de todas clases. Para escribir un libro grande, pero voy con las mariposas blancas.

Tres me habían dicho a mí que eran y tres son las que yo he visto. Por debajo del castillo y por encima de las casas en la ladera que mira al Yelmo. Por ahí es por donde estuvo y, creo que está, la Cueva de las Brujas. Iba yo la otra tarde dando un paseo siguiendo el camino que circunda la cumbre del castillo por debajo de éste y miraba y preguntaba cuando de pronto vi las mariposas. Eran tres, blancas como la nieve, con algunas manchas azules y volaban como a mí me habían dicho. Como jugando con el viento y buscando flores por donde solo hay pasto. Las vi salir de unas rocas y se alzaron en el aire hacia las casas del pueblo y al poco volvieron a las rocas. Por ahí se quedaron y ya no las vi más. Pero me quedé impresionado seriamente. Las tres mariposas blancas revoloteaban siempre juntas, son grandes como gorriones, dejan en el aire una estela en forma de arco iris y, al darles la luz del sol, brillan como perlas. Dicen que estas mariposas las han visto pocas personas y solo tres o cuatro veces a lo largo de varios siglos. Dicen que aquellas personas que tienen la suerte de verlas se les llena la vida de muchísimas cosas buena. Dicen que estas tres mariposas blancas son como el alma de tres princesas que por aquí murieron en tiempos lejanos. Y dicen que, desde aquellos lejanos tiempos, estas almas de las princesas convertidas en mariposas, están por aquí regalando fortuna a las personas que tienen la suerte de verlas. Yo me quedé sorprendido cuando las vi el otro día por su gran belleza y el misterio que dejan en el aire.

Lo de las brujas en esta misma ladera del castillo, cueva por donde he visto a las mariposas, también me lo contaron y, aunque yo no las he visto, te lo cuento. Dicen que viven y ríen en una cueva que se abre por ese lado de la cumbre y que no salen nada más que una vez al año. Una noche concreta y a una hora exacta salen las brujas sentadas en sus escobas. Se alzan por el aire, saltan por encima del castillo y se pierden dirección a Valencia para volver en unos minutos cargadas de naranjas. Por lo visto van a Valencia a por estas naranjas y las esconden en su cueva y ahí se las comen. Ya no se les ve ni nadie sabe más de las brujas hasta el año siguiente. Sinombre, la Cueva de las Brujas yo sé dónde está. Un día de estos quiero enseñártela para que tú tengas más conocimiento de los rincones de este pueblo. Yo no les tengo miedo a las brujas, ni a éstas ni a otras pero a ti ¿te da miedo de estas cosas de brujería? Por lo visto son brujas buenas que no hacen daño a nadie y a lo único que se dedican es a vivir en su cueva y a viajar en sus escobas para buscar naranjas.

La casa grande del arco en la calle por encima de los Baños Moros es también para asombrarse. Me la enseñaron el otro día y no me creía lo que vi. Tiene un huerto dentro con un pilar grande de piedra que se llena con dos caños de agua. Tiene una bonita higuera, un caqui y un cerezo y, dentro de la vivienda, muchos pasadizos, habitaciones con muros de piedras gruesos y luego tiene galerías con muchas tinajas de barro antiguas. Dicen que en esta casa vivía la fundadora de los Jesuitas en Segura de la Sierra. Que esto fue por el 1570 y estas fundadoras eran las dos hijas de Cristóbal Rodríguez de Moya, Catalina y Francisca. El fundador, el padre de estas mujeres, en aquellas fechas era el ganadero más rico de todas estas sierras. ¿Sabes tú una cosa? De la Compañía de Jesús podría hablarte y de aquellos lejanos tiempos en este grandioso pueblo. Pero para no alejarnos del tema te diré que estas fundadoras que venimos diciendo fueron las dos primeras mujeres que tuvieron carta de hermandad de la Compañía de Jesús en la etapa de San Francisco de Borja. Fundaron aquí un colegio y construyeron una iglesia que, reconstruida ahora, es el recinto que utilizan en el pueblo para todas las cosas culturales. Un día tengo que llevarte para que tú veas también esta Iglesia de los Jesuitas reconstruida y preciosamente renovada. En la misma puerta de este edificio es donde vive Luis y su perro Llaky. Y lo que te venía diciendo: la casa grande de piedra a mí me impresionó. Su grandiosidad, las gruesas paredes de piedra, la espaciosidad y el número de habitaciones, los pasillos, las galerías subterráneas y la abundancia de agua toda fresca y limpia. Te digo que este edificio es bonito. Sobrecoge de tan bonito y majestuoso pero también tiene un aspecto un tanto misterioso. Como si todo ese edificio estuviera repleto de secretos del pasado y, escondidos entre los gruesos muros, no sé qué tesoros grandiosos. Me incumbió mucho pero mientras me la enseñaban yo iba con el corazón encogido.

Por el arco que cruza la calle se pasa a otra casa que se llama del Celemín. ¿Qué por qué se llama así? Quiero enterarme y luego te lo digo. Es, también éste, un edificio grande y, por lo que me dicen, parece que tiene más de ochocientos años. Sus muros igualmente son de piedra, tiene un patio interior en forma de galería y en las dos plantas viven ahora varias familias. Por fuera parece una sola casa pero por dentro tiene ocho viviendas amplias y con preciosas habitaciones y ventanales con arcos de ladrillos. Fue, dicen, vivienda de los Jesuitas en aquellos tiempos, escuela, cuartel de la guardia civil y ahora casas normales. Por debajo de la obra de este edificio corre una acequia con agua clara que se derrama en el pilar de la casa grande. Y dentro de este edificio del Celemín me enseñaron una preciosa colección de objetos antiguos. Pero antiguos de verdad. Pulseras, anillos, pendientes, hebillas, espadas… Todo de tiempos lejanos y dicen que se los han encontrado enterrados por las laderas del castillo. Muchos de estos objetos son de oro puro, otros de bronce, de hierro, de barro… ¿Cuánto valdrá este tesoro?

Sinombre, un día de estos vamos a buscar nosotros objetos antiguos por las laderas del cerro del castillo. Porque aquí parece que hay trocitos de tesoros de un gran valor. Ya te digo: con mis propios ojos he visto yo una bonita colección de cosas antiguas encontradas por los rincones de este pueblo. Pero hay más. Me han dicho a mí que este pueblo está atravesado, de un lado a otro, por no sé cuántos túneles. Algunos ya se han hundido, otros los han tapado y otros aun se pueden recorrer pero se mantienen en secreto. De los tesoros, cuentos y leyendas te hablaré yo algún día porque hay tantos como años tiene el castillo y en las mismas casas del pueblo. Tantos siglos tiene ya esta población y tantas civilizaciones han pasado por aquí que cada roca de estas cumbres son auténticos libros llenos de tesoros y leyendas. Sinombre, te contaré más cosas otro día.

Y recuérdame, por si se me olvida a mí, que cuando le contemos nuestras vacaciones a la Princesa, le hablemos de estos tesoros. A ella y a Bandolero les encanta todas estas historias de tesoros, de brujas y de duendes. Se lo vamos a contar porque le gustarán.


La boda de Lucía en Segura de la Sierra, Sinombre y Lucera

Hoy no te he podido llevar a ningún sitio. Esta mañana temprano me vine contigo y luego me tuve que ir. A las doce y media de la mañana era la boda en Segura de la Sierra y estaba invitado. Y nos ha venido bien esta boda de Lucía María porque así tú has descansado de la dura ruta de ayer. Pero ahora, a las cuatro de la tarde, estoy de nuevo a tu lado por donde la Torre del Agua. No conocías todavía este rincón y hoy, la boda, ha venido como anillo al dedo. Me han invitado a la comida, en el pueblo de la Puerta de Segura, pero les he dicho que no. Ya sabes que no me gustan las comilonas que se dan en las bodas porque más que comer eso es atiborrarse y despilfarrar sin sentido común ni nada. Que con una comida de estas tiene uno para alimentarse un mes entero. ¿Cómo pueden las personas derrochar tanto cuando, en otras partes del mundo, la escasez es tan grande? Este es otro de los muchos disparates del ser humano. Pero los novios, ya marido y mujer, se han ido y también los invitados en varios autocares. Los he despedido y me he venido contigo.

¿Que te cuente la boda? Mucha gente, trajes y vestidos lujosos, muchas fotos, mucha bulla, muchas flores, coro de voces mixtas, algunas lágrimas, besos, abrazos… Lucía iba y es muy guapa y también el novio, Vicente. Pero una cosa que me ha dado mucha alegría y que te cuento es lo siguiente: vi a Luis entrar a la iglesia de los primeros y lo saludé.
- ¿Dónde está Lucerilla hoy?
Le he preguntado.
- En su cuadra del castillo y sola porque el mulo que le da compañía se lo ha llevado el muchacho para recoger las patatas de su huerto.
- Ya nos quedan solo tres noches.
- Y justo la noche del domingo a lunes es luna llena. Alimenta bien a Sinombre y déjalo descansar. Esta noche voy a dejar yo a Lucera en las eras del Pozo de la Nieve.
- Y Sinombre dormirá en el Prado Góntar a dos pasos de Lucera. Es la noche del sábado a domingo y también hay luna llena.

Así que ya has oído, Sinombre, Lucera saldrá al campo esta noche y mañana domingo habrá luna llena. Por esto he dejado a los de la boda y me he venido contigo. Tú y Lucera me importáis más. Necesitaba contarte esto y quiero que sepas que quedan solo horas. Te he recogido del Prado Góntar y te he traído al camino del castillo. A los reinos de Lucera pero hoy por el lado de la Torre del Agua. Hace solo unos minutos hemos pasado por su cuadra y tú, no la has visto con tus ojos pero sí con tu corazón. La has sentido y la has olido y ella también a ti. Estaba dentro de su cuadra y, quizá porque sentía algo de reparo, no se ha asomado a la ventana. La hemos llamado y la hemos sentido moverse y respirar pero no se ha asomado a su ventana. No te ha visto y por eso puede que hasta sienta vergüenza. ¿Está guapa hoy Lucera? Yo te he visto a ti que te has puesto nervioso y hasta un poco belicoso. No querías venirte de ese rincón. ¿Te querías quedar con Ella? Pero ya lo sabes: la noche del encuentro será del domingo al lunes y el martes nos vamos. Si volvemos el año próximo puede que a Lucera la veamos con un Lucerillo del mismo color que tú o a lo mejor blanco como su madre. Y me ha dicho a mí Luis que si es hembra le pondrá el nombre de Lucerilla y si es macho lo llamará Lucerete. En honor tuyo y para que se recuerde en este pueblo y en esta sierras. Así que fíjate qué bien. Yo estoy contento y, como no podía aguantar sin compartirlo contigo, allí se han quedado los de la boda y me he venido corriendo. Que una boda será importante pero tú y Lucera también lo sois.

Ahora, esta tarde fresca y con muchas nubes en el cielo, descansamos por el rincón de la Torre del Agua. Come y llénate de fuerza que hasta que se ponga el sol voy a estar por aquí. Luego te llevaré a tu Prado Góntar y ahí te dejaré esta noche con una buena ración de cebada, pajas, habas secas y matas verdes de maíz. Y mañana domingo día de descanso para ti y para Lucera. ¡Qué bien nos van a salir las cosas y qué bonitas! ¿A que estás contento? El rincón por donde te he traído esta tarde mira qué primoroso también. ¿Te hablé yo de tesoros en estas sierras? Pues aquí, en esta Torre del Agua al levante del castillo y clavada en una enorme roca, dicen que encontraron una gran losa con unas inscripciones que informaban de un fabuloso tesoro en no sé qué lugar de estas sierras. Podríamos ponernos y buscar este tesoro y otros que esto siempre es divertido y tiene su emoción. Pero yo lo tengo claro: el tesoro hoy por aquí lo eres tú, Lucera, Luis, esta majestuosa torre, la belleza de la tarde, el cielo azul y las nubes, el pueblo en estas cumbres, el castillo coronando y el barranco a nuestros pies, Sinombre. ¿Ves más huertos ahí en lo hondo? Al norte del mirador de Peñalta y al comienzo de la ladera del castillo. Este rincón no lo hemos recorrido todavía y es bonito. Ayer, mientras comía en el restaurante Peñalta, me fijaba en este barranco lleno de huertos. Porque ayer me invitaron unos amigos y tomé gazpacho andaluz y chuletas de cordero segureño. Desde el comedor del restaurante Peñalta se ve todo el barranco los Pinos Buenos y los huertos que todavía siembran por ahí. Quizá mañana nos demos un paseo por este rincón. ¿Sabes tú quien es Ana? ¿No te hablé de ella? La tenemos que conocer antes de irnos. Todos los años la he visitado y he compartido con ella algunas horas de las tardes. Ana es la persona más buena del mundo y por eso su corazón es de oro. Un ejemplo de esas personas buenas que te he dicho viven en estas sierras.

Así que el tesoro, esta tarde, también lo es Ana, el recuerdo de la Princesa allá en la lejanía, nuestro amigo Bandolero, los sueños que llevamos en el corazón y el aire fresco que sube desde el barranco de los Pinos Buenos. Y sí, no me digas nada que estoy pensando en ellas. En Patricia y Gabriela, las dos niñas que aun no hemos conocido porque no han llegado. Viven ellas, con sus padres, en la casa de piedra del lado de abajo del pueblo. Pero esta tarde no están, o sí están pero ausentes, como tantos otros. Y, sin embargo, nosotros nos mantenemos firmes y con el corazón en los sueños. Estas dos niñas que añoramos sin conocerlas y que tienen nombres de princesas y, en sus corazones, una fábrica de hacer magia, esta tarde también son el tesoro que comentamos. Para ellas un recuerdo, sin más pretensión que decirles que, como ellas, hacen falta muchos niños en este mundo. Para que la fantasía y belleza siga al frente de todas las batallas y un día gane la victoria a todas las otras cosas. Para ellas y, para todos los niños, cascabeles sonoros que transforman la vida en cielo, estos versos:

Cascabel de viento
que en la tarde repica
contento,
suena y suena y no pares
en ningún momento.

cascabel chiquito
trocito de cielo
entre los pinos
regalando besos,
toca tu melodía
de incienso.
Que tu sonido
es el sueño
y la magia del mundo,
tañe, tañe contento
cascabel y no pares
en ningún momento.


29 de agosto: Ana, Sinombre y los huertos de Peñalta

Sinombre, el día de hoy se nos presenta cargado de emociones. Quiero y necesito compartir contigo muchas y bonitas cosas. Esta mañana temprano, cuando iba a tu encuentro, pasé cerca del prado de Lucera. En cuanto me vio, por entre los pinos y a lo lejos, se puso a rebuznar. ¿No la sentiste tú? Me dio mucha alegría porque descubrí que ella me conoce y se puso contenta a verme. La saludé y le dije que se tranquilice, que tú también piensas en ella porque la quieres. Hoy más que nunca faltan por aquí la Princesa y Bandolero. Quisiera llamarla para pedirle que vengan. Cuanto más próximos estamos al último día parece como si tuviera más necesidad de ellos. También de otros, para que vivan la experiencia y se les llene el corazón de algo nuevo. Incluso, nosotros mismos nos sentiríamos más llenos.

Tú estabas en tu Prado Góntar y al verme llegar también te animaste. Y he venido temprano. Te dije ayer que hoy nos íbamos a dar una vuelta por los huertos de Peñalta y por eso tempranito nos hemos puesto en camino. Al pasar por la plaza del pueblo nos esperaba Ana. También le dije ayer que hoy te iba a traer al barranco de los Pinos Buenos, donde ella tiene un pequeño huerto, y como hace tiempo que no viene por aquí, me pidió un favor:
- Tengo casi noventa años y, como ves, me cuesta andar. ¡Si me quisiera llevar a lomo de Sinombre! Tu borriquillo es lo más bonito que vi nunca. A parte del bien que me harías me permitirías recordar mis viejos tiempos. Cuando yo era niña también tenía un borriquillo parecido al tuyo. Era otra realidad pero recuerdo a aquel animal con emoción. Solo le faltaba hablar.
Le dije a Ana que en cantado. Que sobre tu lomo esta mañana nos la traeríamos a su huerto. ¿No íbamos a traer nosotros a esta buena mujer al rincón de sus sueños? Para que lo mire y para que disfrute recorriendo los caminos que ella ha recorrido a lo largo de toda su vida. Como ves al rincón de su huerto no se puede llegar en coche porque el terreno es quebrado y solo hay una senda estrecha. Si Ana no hubiera venido sobre tu lomo, paseada dulcemente por ti, de ninguna otra manera hubiera llegado ella a estas tierras que tanto ama. Quizá sea la última vez que visite este lugar tan bonito y especial para ella. Pero ahora, mira como disfruta contigo dándote tallos de maíz verde, pequeñas matas de hierba, agua de su alberca y algunos pepinos. Se va ella y riega sus tomates, sus pimientos, sus habicholillas… Se para y descansa, yo le ayudo en lo que puedo, y sigue cavando en la tierra para sacar las patatas. Ana está disfrutando hoy como cuando tenía quince años.

¿Y sabes cómo se enteró ella que íbamos a venir a los huertos del barranco de los Pinos Buenos? Ayer me volvieron a invitar, Sinombre. Las buenas personas de la casa grande del arco. Se van el lunes y anoche hicieron una pequeña fiesta para despedirse de los amigos. En su huerto interior, donde el caqui, la higuera y el cerezo, montaron un pequeño tablado al aire libre. Frente al valle de los olivos, frente a las estrellas y la luna llena y acariciados por el aire fresco de la limpia noche. Cervezas, jamón de pata negra, queso del bueno, embutidos serranos, guitarras, bandurrias, laúdes y mucha alegría y una preciosa velada. Una bonita reunión que me agradó y que les agradecí sinceramente. Los músicos, todas de la tierra, tocaron cosas típicas de estos lugares y luego, una preciosa muchacha joven, cantó coplas andaluzas. Hasta las tantas de la noche estuve allí y había mucha gente todos conocidos y amigos. El director del coro, su padre que es el que más coplas serrana sabe, María José, Gerardo, Maribi que es la hija de Luis y su esposa, dos niñas con trenzas que son de Sevilla, Marta, que faltaba pero la tuvieron presente… Mucha gente que conocí anoche por primera vez. Todos de este pueblo o con raíces en él y, por eso, amantes de las montañas y de las noches con estrellas.

Y Luis, Sinombre, estaba. Bailó seguidillas, fandangos y otros ritmos serranos y lo hizo bien. Me habló de Lucera y luego me contó el secreto de un tesoro y también me contó que, cuando joven, él fue enterrador. Luis es apañao. Ana estaba también en esta fiesta tan familiar y le hablé de ti. Cuando le dije lo de nuestra excursión al barranco de los Pinos Buenos me pidió que la trajéramos con nosotros. Le respondí que con mucho gusto y al terminar la fiesta subimos por la Fuente Imperial. ¡Qué luna más bonita había anoche, Sinombre! Luna llena y por eso me acordé de ti y de Lucera. Hoy es ya domingo y esta noche, con luna llena, te vas a encontrar con la borriquilla de tus sueños. En tu Prado Góntar y a las doce de la noche. Será una noche misteriosa y llena de una belleza sin par, lo presiento. Ya solo nos quedan dos días, hoy y mañana lunes. Pero mira qué bien nos está saliendo todo. Y esta mañana de domingo, con Ana por sus huertos, las nubes y el fresco, qué momento más bonito y único bajo el sol. De regreso tendrás que llevarla sobre tu lomo y también las hortalizas que está recogiendo. Será un placer para Ana y para nosotros mucho más. Tanto, que yo a veces pienso que lo que estamos viviendo no es real. Que ocurre en sueños y por eso me pellizco la cara para ver si duermo

¿Te imaginas tú al caballo Bandolero, el amor de la Princesa, recorriendo hoy contigo estas veredas? Tú con Ana sobre tu lomo subiendo la cuesta en busca del Pueblo de la Cumbre y Bandolero con la Princesa en su grupa recorriendo los caminos delante de ti. ¡Qué escena más bonita y cuánto me gustaría a mí! Sé que a la Princesa le encantaría todo lo que por aquí estamos viviendo, la amistad de Ana, la belleza de este pueblo y el misterio del castillo que corona. Se lo contaremos luego pero no será igual que si también hubiera podido vivirlo. Si te viera ahora se moriría de gusto. Y yo, andando detrás de vosotros, bajo el sol camino del pueblo, para irlo viendo todo y meditarlo lento. Lo sueño y parece que es real, que está ocurriendo.


Tarde de domingo

De los huertos de Peñalta ya hemos vuelto. ¡Qué mañana más llena y cuánto hemos aprendido de Ana y ella de nosotros! La veía yo como resplandeciente cuando subía la cuesta sobre tu lomo. Si no te hubiera conocido a ti ella no habría podido ir a su huerto quizá ya nunca más en lo que le queda de vida. Porque ya tan mayor cualquier día se va también. Este año ya han muerto nueve personas en el pueblo, todas mayores, y el año pasado murieron catorce. Pero Ana hoy ha vivido un sueño. La miraba yo entre los tomates de su huerto y me parecía que quería comerse al mundo. Le resplandecía la cara y era porque se le salía el alma por sus mejillas. Y me decía yo: “¡Con qué pocas cosas, a veces, podríamos ser felices los humanos! Solo necesitamos el calor del que tenemos al lado. Todo lo demás, sobra. Esta sencilla mujer me lo está predicando hoy mientras recoge sus tomates. Se siente ella arropada por el calor de nuestra amistad y el corazón se le ha llenado. No pide más. Serán necesarios todos los libros y bibliotecas del mundo pero al final, el ser humano, lo único que necesita, el es calor del que tiene al lado.” Cada vez que cogía un tomate de las matas, una patata y un pimiento, parecía rejuvenecer diez años. Su intención era aprovecharte a ti para que le subieras, de rincón al pueblo, muchas hortalizas de su huerto. Casi un saco lleno hemos juntado entre todo y entre ella y yo lo hemos cargado sobre tu lomo. Le ayudé a que se subiera en ti y cuando venías tú remontando la cuesta qué feliz era Ana. También tú subías satisfecho con tu carga y el sueño de la dama de las cumbres en tu corazón.

En su misma casa la hemos dejado y, a los Prados de Góntar, me he venido contigo. Ya has bebido en los lavaderos y, en la sombra de los pinos del cerrillo, descansamos. Contigo me voy a quedar por aquí toda la tarde. Dentro de un rato te voy a dar un buen lavado y te perfumaré un poco. Esta noche de domingo, y con luna llena, viene Lucera a verte. La traerá Luis. Yo me voy a quedar por aquí a dormir junto a ti. Con la luna llena, las luces del castillo, contigo y con Lucera, esta noche va a ser de una belleza excepcional. Hasta se está nublando un poco igual que ayer por la tarde. Creo que me va a gustar ver la luna por entre las nubes y sus rayos iluminando tu lomo y el de Lucera a media noche. Llover no lloverá, pero si lloviera, tampoco pasaría nada porque nosotros somos amantes de la lluvia, del viento, del olor de la hierba, del monte y de las zarzas con sus racimos de moras y de la lluvia. Y Lucera quizá más que tú. Es la dama de las cumbres y por eso está curtida en lluvias, viento, aromas de monte, noches de escarcha, cantos de grillos, atardeceres y soledades.

¿Sabes qué te digo, Sinombre? Que hasta se me ha ocurrido traer fotógrafos, televisión y prensa, pero no. Creo que ni siquiera yo haré fotos. Solo estaré por aquí al cuidado tuyo y Luis al cuidado de Lucera. Venga, vamos que te voy a lavar antes de que sea más tarde y se ponga el sol. Que te seques bien con los últimos rayos de sol para que, con la luz de la luna, brille tu pelo. Y que lo sepa Lucera, te voy a perfumar con esencia de espliego, que yo tengo guardado. Me la regaló Domingo, el que vivía en la plaza del pueblo, hace más de quince años y todavía la tengo. Me regaló casi diez litros de esencia pura de espliego extraída de las flores que crecen en estas montañas. Domingo ya hace también muchos años que ha muerto. Pero mira por donde ahora, esta noche de luna llena, la esencia de espliego que él sacaba para no perder la costumbre, va a servir para perfumar el aire de la noche más hermosa de su pueblo. Seguro que se alegrará porque él nos estará viendo desde el cielo.

Dentro de un rato me tendré que ir a la misa y a cumplir con las invitaciones que me han hecho los amigos. Porque todo en este pueblo sigue tan normal como siempre. Lo de esta noche de luna llena, Luis y yo, tú y Lucera, solo nosotros lo sabemos. Por eso, en cuanto pueda, la más pronto posible, dejo a los amigos y me vengo a tu lado. Toda la noche me voy a quedar contigo porque la noche de este último domingo de agosto no quiero que se me olvide nunca. Hoy sí que debería estar aquí Bandolero y la Princesa. Por mucho que le contemos nosotros luego no será lo mismo que si estuvieran y vivieran las cosas tal como son y palpitan. Una vez más se lo regalamos desde lo más limpio del corazón.

Tarde grande
con su viento fresco
y por el valle
palpitando la vida
de azul y sangre.

Que venga un hada
y que nos regale
un prado en la luna
y un beso diamante
vestido de cielo
y azabache.
Tengo el corazón
abrazado al aire
y tú, Sinombre,
esta tarde
danzas con las flores
sembrando diamantes.


30 de agosto: Noche de luna llena, Lucera y Sinombre

A las doce de la noche la luna brillaba redonda sobre la cumbre. Iluminando los bosques de pinos y los olivares. El castillo estaba encendido en oro y también la torre y prados del Pozo de la Nieve y la ladera de la Torre del Agua. No se movía el aire y todo el campo estaba armonizado por el canto de los grillos. El canto de los grillos es digno de armonizar los salones del cielo y anoche llenaban con su música la quietud del Prado Góntar. A lo lejos y, por las laderas que suben al castillo, cantaban los autillos y la luna brillaba en el agua de la fuente. A las doce de la noche, Sinombre, la ladera que cae desde el Pozo de la Nieve y la plaza de toros se llenó de luz sobre la luz de los focos que iluminan al castillo. Olía el aire a verano viejo y a esencia purísima de espliego. Ese era tu perfume y a mí me gustaba porque ya te soñaba, siempre te sueño, trozo de montañas, hierba, cumbre, arroyuelo…

Tú estabas en el centro del prado iluminado también por la limpia luz de la luna y acariciado por el fresco vientecillo de la noche. Desde los pinos del cerrillo yo te observo y miro atento al camino que baja desde la cuadra de Lucera. Apareció Luis por entre el resplandor de la luna y el fuego de los focos. Detrás de Luis venía Lucera y ella no era ni blanca ni gris ni plata vieja ni luz de luna ni el fuego de las luces que iluminan al castillo. La dama de las cumbres bajaba serena y resplandecía con su propia fuente de luz. Como si la mitad de la luna llena se hubiera caído del cielo para rodar por la ladera del castillo y ardiera con una luz misteriosa y bella. Lucera era toda luz oro y plata y llamas laboriosas y venía a tu encuentro. Te vi mirando como suspendido en el mismo viento y, cuando ella se acercó a la fuente, estabas todo tembloroso. Se paró Luis y dejó que, por un momento, Lucera también ahuyentara su miedo. Te llamó Luis y tú reconociste su voz porque te vi trotando lento al encuentro de tu sueño. Los prados de la Fuente Góntar se llenaron del resplandor de Lucera, de la ilusión que te recorría el cuerpo y de la limpia luz de la luna llena. Yo sentí en mi cara la caricia de una leve ráfaga de viento y en mi alma sentí el latido del tiempo. Como si los siglos, con sus días, mañanas y noches, se alzaran sobre la tierra y junto a la limpia luna aletearan atravesados de gozo. Luis te volvió a llamar al acercarse a ti y vi como te acarició en la frente. Acarició a Lucera y vi como te la presentó. La pradera, desde su mismo centro, parecía arder con el color de un fuego rosa y nieve. Te sentí rebuznar de miedo y gozo y el eco de tu voz retumbó por el barranco de los huertos y ladera arriba hasta lo más alto de la Torre del Homenaje, en el castillo de la cumbre de Segura de la Sierra. Tu voz, la sangre de tus venas y el eco de tu corazón, se fue con la luna y se derramó por las montañas de estas sierras. El pasto de la pradera se tiñó de oro con tonos sangre y el verde de los álamos se derramó sobre tu lomo.

Desde los pinos del cerrillo lo estaba viendo todo. Y vi como la luna se ocultó tras las anchas nubes que colgaban en el cielo y todo el campo se llenó de un azul violeta. Como el color de tu lomo y barriga. Los grillos suspendieron su concierto y el ronroneo del agua de la fuente surgió con en una hermosa sinfonía derramándose por los campos de estas sierras. Quise restregarme los ojos para comprobar si soñaba y con mis manos apretaba mi cara conteniendo el aliento y en este momento sentí los latidos de mi corazón, los de tu corazón y los de Lucera. El aliento quería irse castillo arriba hasta la luna y el verde de los álamos tendía como una escalera hasta las estrellas del firmamento. Cuando abrí mis ojos te vi acostado junto a mí. Ya estaba amaneciendo y la luna se inclinaba sobre los tejados de las viejas casas del pueblo. El prado de la Fuente Góntar estaba cubierto de flores de otoño, la flor del azafrán silvestre, y todo el pasto era como un mar de pétalos violeta claro. Te acaricié y dije:
- Sinombre, ya es lunes treinta de agosto. Mañana tempranito nos vamos de este pueblo. Acabo de soñar un sueño que te voy a contar, verás qué bello.

El arroyo de la Noguerilla desemboca en otro más grande que se llama arroyo Corazones. Y este arroyo, por encima de la Noguerilla, corre agua clara y pura pero por debajo de los huertos de la Noguerilla, las aguas del arroyo Corazones están sembradas de corales azules y sangre. Corales verdaderos que son como estrellas de mar o como rosas abiertas y Lucera juega con el agua de este arroyo. A comer hierba, a comerse los cristalinos corales que juguetean en el agua y a beberse la sombra de los juncos y valles. Más abajo, en la pradera donde el arroyo Corazones se junta con el que baja de Moralejos, juegas tú con la hierba. Juegas con la luz de la mañana, el viento que se escapa del bosque y las mariposas que quieren jugar contigo. Entre Lucera y tú ando yo queriendo coger corales en las aguas claras del arroyo Corazones. Pero los corales, sangre y plata, son transparentes y al cogerlos en mis manos se me hacen viento. No puedo atraparlos pero sí verlos en el fondo de la clara corriente y en los charcos teñidos de verde cielo. Oigo una voz que me dice: “La gemela Loly, que se casó en los días primeros de agosto, ya está embarazada. Si el bebé es hembra le va a poner por nombre Lucía en honor a su madre buena. Pero también podría llamarse Lunallena o Sierra de Segura.” Y exclamo yo: “¡Qué bien que la gemela Loly, la más bella de la Sierra de Segura, sea madre dentro de unos meses!”

Sinombre, mañana ya nos vamos. Si volvemos el año próximo a lo mejor encontramos a Lucera por aquí trotando con sus pollinillos hijos. Una Lucerilla y un Lucerillo para que sean dos como tú y yo. A partir de ese momento vamos a llamar a Lucera Lunallena y a los frutos de su sangre Lucerilla y Lucerillo. Para que Lunallena, en las noches de agosto, siga brillando bella en estas sierras, reino de la Dama de las Cumbres. Como ha brillado esta noche pasada sobre el castillo y el pueblo de Segura de la Sierra. Tu Prado Góntar qué bonito estaba anoche y tú en el centro como transformado en lucero, en vida, en misterio, en cielo. Y a Lucera, Sinombre, ¿la viste anoche transformada en estrella con luz propia por estas laderas del castillo y tu Prado Góntar? Tú sí lo sabes. ¿Qué sucedió anoche por este rincón de Segura de la Sierra cuando todos dormían y la luna brillaba llena? ¿A caso el cielo se vino por aquí a retozar y a derramar un poco más de belleza por estas sierras? Lo que yo sí sé es que hoy el día parece como si fuera el primero de la vida. ¿No ves qué azul más limpio tiene el cielo, el aire tan puro que corre y el olor a espliego que se respira? Hoy el día parece como el primero de la vida, Sinombre, y tú hueles a espliego añejo y nuevo.

¿Y sabes una cosa? He presentido que Lucera no va a desaparecer nunca del Pueblo de la Cumbre. Que probablemente viva cincuenta, cien, doscientos, mil años o más y que a Luis le van dedicar una calle en este pueblo y a Lucera una estatua de bronce. En el mejor lugar y donde más lo puedan ver los turistas. Para que todo el mundo se entere que en Segura de la Sierra vivió, vive y vivirá siempre la borriquilla más bella que conoció nunca la humanidad. Así que mira qué cosa más bonita. Lucera será eterna en las cumbres del pueblo donde el aire es limpio, el cielo azul como el mar más puro y el silencio denso como las rocas donde se clava el castillo. Y desde todas las partes del mundo vendrán muchas personas a contemplar y besar la imagen de la joya de estas montañas: Lucera, la última borriquilla que vivió por aquí, gracias al buen corazón de Luis y que hemos tenido la suerte de disfrutarla como amiga. ¿Qué te parece a ti esto, Sinombre?

Y la Princesa ¿dónde habrá estado esta noche de luna llena? ¿Crees tú que lo habrá visto todo desde la estrella que en el cielo tiene nuestro nombre? ¿Sería ella la que tapó la luna con las nubes? Tú la llevabas y la llevas en tu corazón y yo en el mío y por eso quizá el campo se llenó de tanta luz nueva. Sinombre ¿qué serán los sueños y para qué servirán? ¿Quizá para enseñarnos a comprender que las cosas del alma y del corazón son las buenas, entre todas las otras?


31 de agosto: Adiós, Lucera, adiós

Tempranito, a las ocho, he venido a decírtelo. Nos vamos, Sinombre. A las diez salimos. Todavía puedo estar contigo, en Prado Góntar, unas horas para despedirnos de este rincón de la mejor manera. A estas horas del nuevo día la luna brilla en mitad del cielo llena y limpia. Anoche salió algo más tarde y también menos completa porque ya está menguando. ¿Qué dónde está Lucera en estos momentos? Yo lo sé y te lo voy a decir.

No vendrá a despedirte para que así no la eches tanto de menos cuando nos vayamos y luego cuando ya no estés por aquí. Sé dónde estuvo Lucera ayer y sé dónde está en estos momentos. Y yo la despedí ayer por la tarde. Fue así: al mediodía nos invitaron a comer, en su casa, Laura, la madre de la niña guapa. ¡Qué agradables son una y otra! Me obsequió con habicholillas morunas verdes con jamón, unas albóndigas y natillas caseras. Una comida sencilla pero rica. Me colmó gratamente y así se lo dije. ¿Sabías tú que las personas de estas sierras son hospitalarias, nobles y limpias de corazón? Son las mejores personas del mundo y sé bien lo que te digo. En la sobremesa le pregunté a Laura:
- ¿Sabes tú quién fue Martinica?
- ¡Claro! El duende del pueblo de Segura de la Sierra. ¿Quieres ver la casa donde vivió? Está incrustada en la vieja muralla y es de piedra de la mejor.
- ¿Pero existe de verdad?
- Te enseño la casa y te convences.

Después de la misa de la siete y media fuimos a ver la casa de Martinica, el duende de Segura de la Sierra. Entre las muchas cosas que se cuentan de este duende un día me dijeron que: “Se pasaba la noche cerniendo harina y siempre desnudo. La dueña de la casa una noche se levantó y lo vistió. El duende Martinica dijo: ‘Martinica vestío, ya se acabó el cernío’. Y a partir de ese momento ya no cernió más harina.” La casa de Martinica está en la calle Caballeros de Santiaguistas, en la mistad, a la derecha según se baja para los Baños Moros. Una preciosa vivienda, casi palacio, restaurada con gusto y que está en venta. Se recoge junto a las paredes de la antigua muralla, casi dos metros de grueso y tiene cinco plantas, con dos chimeneas y fuente interior. ¡Qué casa más bonita, Sinombre! Y la venden. ¡Si nosotros pudiéramos comprarla…! Para venirnos a vivir para siempre a este pueblo. Pero éste es un sueño también imposible, imposible, imposible. Aunque llegará un día en el que ya vivamos nosotros en nuestra estrella particular y seremos libres. Entonces, ya verás tú y verán. Lo importante, por ahora y como todos los niños del mundo, es soñarlo con fuerza. Los sueños buenos, los que tienen raíces sanas en el corazón, siempre acaban haciéndose realidad. Siempre, siempre, siempre.

Salimos de la casa por la puerta de la segunda muralla, justo encima de los Baños Moros, y gozamos de la grandiosa vista sobre el valle de los olivos. La preciosa casa de Martinico ahora tiene dos entrada. Por la calle Caballeros de Santiaguista y por encima de los Baños Moros. Llegaron cuatro jóvenes catalanes. Dos bellas muchachas y dos muchachos.
- ¿Dónde está la joya de Segura?
Me preguntaron. Les pregunté:
- ¿Lucera, la última borriquilla de estas sierras?
- Nos han dicho que tiene una cuadra por este rincón. La cuadra de primavera.
Ya te dije que yo conozco la cuadra de primavera de Lucera. Y les volví a decir:
- Venid conmigo que os la enseño. A Lucera, a su cuadra y al rincón mágico donde vive. Veréis vosotros joya preciosa y cuadra primorosa.
Y en este momento me preguntaba yo a mí mismo: “¿Cómo se habrán enterado estos jóvenes de Lucera? ¿Y por qué la llaman ellos con el nombre de “La Joya de Segura de la Sierra”?

Cruzamos los Baños Moros, salimos por el camino de la torre de la Puerta Catena y, al empezar a bajar por la senda, la vimos bajo su higuera. Me conoció en seguida, Sinombre. Nada más oírme rebuznó quizá de gusto o por la sorpresa. La saludé y la acaricié de parte mía y de parte tuya y, con los cuatro jóvenes, le hice un par de fotos. Lucera estaba nerviosa y yo sé por qué. Pero vista recortada sobre la cumbre del Yelmo, parecía otra borriquilla. Como si por dentro, en ella, estuviera brotando una fuente de vida nueva. Una muchacha dijo:
- En Cataluña todo el mundo está ahora a favor y en defensa de los burros y en contra de los toros. En muchos coches, muchas personas, llevan pegatinas con el dibujo de un burro. Sabemos que están en peligro de extinción y queremos hacer algo para que no se pierdan y para que las personas se conciencien y los valoren.

¡Qué bien, Sinombre! Y aquí nosotros solos luchando como podemos y queriendo demostrar que somos buenos y nadie nos hace caso. A ti y a mí nos ven como a dos extraños, al margen de la sociedad y soñando sueños raros. Los burros ya no servís para nada en este mundo excepto para que os pongan en pegatinas en los coches que recorren Cataluña y otros sitios. Y nosotros aquí tan solos luchando y soñando una realidad que a nadie interesa porque nadie comprende. En otros tiempos, en Segura de la Sierra, en cada casa había un burro. Ahora solo queda Lucera y ¿por cuánto tiempo? Y, aunque dicen que hay grupos de personas luchando en defensa de vosotros, este pueblo y otros, ya se ha quedado sin ninguno de vuestra especie. Llegó Luis y lo saludamos.
- Vengo a echarle de comer a Lucera. Para que se ponga gordita a ver si sus dos pollinillos nacen con salud y belleza. Hoy es ella otra. No tienes nada más que mirarla.
- ¿Te ayudo a echarle de comer a nuestro sueño?
Cogimos la espuerta, la llenamos de paja, le echamos trozos de pan duro, como yo a veces hago contigo, le echamos habas secas y cebada y bajo la higuerilla se la pusimos a Lucera. ¡Si hubieras visto, Sinombre, qué contenta se puso ella! Daba saltos y en cuanto se metió en la boca el primer bocado de paja las habas secas crujían entre sus muelas lo mismo que los huesos de las cerezas que te comes tú. Me acordé de ti. Le dije a Luis:
- Mañana ya nos vamos. Y ya sabes: que no vendas a Lucera por nada del mundo. Tú cuídala bien a ver si algún día alguien, el alcalde o quien sea, te da un premio grande por haber hecho tanto en favor de los burros de Segura de la Sierra. Tú no la vendas por nada del mundo porque el día que Lucera desaparezca de este pueblo se pierde para siempre un trozo más de la identidad y cultura de estos grandiosos rincones. Que se enteren muchos que los que más, siempre habéis hecho y hacéis por la realidad de la sierra y de los pueblos, sois vosotros: los sencillos y humildes. Y no olvides esto: cada vez que se extingue una especie, animal o vegetal, sobre el Planeta Tierra, es como si avanzáramos un escalón más hacia el fin de todo. De nosotros y del Planeta. Si perdemos a Lucera, cada ser humano de este suelo, pierde un poco de su dignidad y grandeza. Como si dijéramos que los necios y sin inteligencia no son los burros sino los humanos. Que nadie pueda decir eso nunca de Segura de la Sierra. Me gustaría.
Y me respondió Luis:
- Y si dejo el huerto de la Nogueruela ¿para qué quiero yo a la borriquilla? Y el huerto lo tengo que dejar porque ya no estoy yo para ir a esos barrancos. A todos nos llega nuestro día y sé que el mío no está lejos. A partir de ese momento a Lucera ¿para qué la quiero? Aunque es cierto que es un animal valioso y bello.
- Mira Luis, que por todos sitios los burros se están perdiendo. Y en Segura de la Sierra Lucera es el último burro después de más de veinte siglos. Ella es la joya de este pueblo y por eso la tienes que cuidar y conservar para siempre. Acude al Ayuntamiento, a los políticos, al gobierno, a donde sea y diles que te ayuden para que la Dama de las Cumbres no desaparezca nunca del Pueblo de la Cumbre, Segura de la Sierra.

Sinombre ¿venderá Luis a Lucera? Sería una lástima que este pueblo, todos los pueblos del Parque Natural en general, pierdan para siempre una de sus más bellas y mejores señas de identidad. Será una pena que Lucera, la joya más preciosa del Pueblo de la Cumbre, desaparezca para siempre sin que nadie mueva un dedo para salvarla. ¡Que no venda Luis a Lucera! Pero despedí a Luis, a Lucera, a los jóvenes catalanes, a la dueña de la casa del duende, María y su amiga Laura, a las otras dos preciosas casas incrustadas en la vieja muralla y me vine a mi casa prestada. Mientras me dormía soñaba contigo, con Lucera, con Segura de la Sierra, con los caminos que hemos recorrido estos días y con los muchos que nos han quedado por recorrer, con la Princesa, con Bandolero, con… Soñaba y meditaba cosas bonitas y pensaba que hoy es el último día. Todo se acaba en esta vida y por eso, dentro de un rato, nos vamos. ¿Que si volveremos alguna vez más por aquí? Solo Dios lo sabe. Yo tengo un sueño que a medias te he contado y en este sueño hay una esperanza colgada. Si algún día se hiciera real, puede que volvamos más veces por aquí y que lo hagamos con gran alegría. Si no se hace real este sueño, porque los sueños siempre son sueños, ¿qué pasara en el futuro y qué será de nosotros, de Lucera, del recuerdo de los burros por estas sierras…? Pero por aquí nos quedamos con el alma y el corazón como ya tantas veces y en tantos días me quedé yo. Por aquí se nos queda el corazón, con Lucera, con Segura de la Sierra, con las personas de este pueblo, con la Fuente Imperial, con el castillo sobre la cumbre, con tu Prado Góntar, con las eras del Pozo de la Nieve, con el aire limpio, con los paisajes verdes, con la soledad de estos rincones, con las fuentes, los arroyos, el barranco de la Nogueruela, con la luna llena, con el canto de los grillos…

Sinombre, dentro de un rato vamos a recorrer las calles de este pueblo para irnos. Nadie nos verá porque tan temprano pocas personas se levantan. Los mayores están en sus huertos y los niños duermen. ¡Ay, los niños! Yo creo, ahora, que ellos apenas se han dado cuenta de que tú has estado por aquí. Ellos, tú y yo, podríamos haber hecho muchas más cosas. Podríamos haber jugado al escondite todas las tardes, podríamos haber recorrido muchos caminos juntos, con aventuras de todas las clases y hasta incluso, podríamos haber dormido la siesta bajo la sombra de los pinos de las cumbres más lejanas. Pero los niños casi ni se han dando cuenta que tú has estado por aquí. ¡Qué le vamos a hacer! Por culpa nuestra no ha sido pero tú no los juzgues porque ellos no son malos. ¡Quizá en otro momento, en otra ocasión…! Vámonos, Sinombre. Podríamos salir por la Puerta Catena para despedir y ver por última vez a Lucera. Esta mañana está en su cuadra de primavera. Pero es mejor que no la veas. Para que no sufras luego. Hemos hecho y hemos dejado algo hermoso por aquí y nadie se ha dado cuenta. Por eso ahora es mejor despedirse, alejarse con fuerza y dignidad, procurando que el corazón no se nos desgarre. Para no sufrir aunque sintamos el dolor. Que sea lo que Dios quiera y también lo que quieran las personas. Si mi sueño se hiciera real, ibas a ver tú qué realidad más bonita.

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